¡Judaismo! - Mishpatim
Mishpatim - Shabat Shekalim
Resumen de la Parashá
El Pueblo Judío recibe una serie de leyes concernientes a la justicia social. Entre los temas tratados se encuentran: el trato correcto a los sirvientes judíos; las obligaciones del marido para con su esposa; el castigo en que se incurre por golpear a personas y por maldecir a los padres, los jueces o los líderes; la responsabilidad financiera del individuo tras haber causado daños físicos a algún individuo o a su propiedad, tanto sea que el daño fue causado por uno mismo o bien por alguna de sus propiedades animadas o inanimadas; o por un peligro que uno creó; el pago por robar o por no retornar un objeto que fue aceptado con la responsabilidad de cuidarlo; el derecho a la defensa propia de una persona que está siendo robada. Otros temas incluyen: la prohibición de la seducción, la práctica de la magia negra, la bestialidad y los sacrificios a ídolos. La Torá nos advierte que debemos tratar al converso, a la viuda y al húerfano con dignidad, y que debemos evitar mentir. El préstamo de dinero a interés está prohibido, y los derechos sobre objetos colaterales son limitados. El pago de obligaciones al Bet Hamikdash no debe ser retrasado, y el Pueblo Judío debe ser santo, aún con respecto a los alimentos. La Torá enseña la manera correcta en que se deben comportar los jueces en los procedimientos de la corte. Se especifican los mandamientos de Shabat y el año Sabático. Tres veces al año -Pesaj, Shavuot y Sucot- debemos ir al Templo. La Torá concluye su listado de Leyes con un mandamiento de Kashrut -no mezclar leche con carne. Dos promete que va a conducir al Pueblo Judío a Israel, ayudándolo a conquistar las naciones que viven allí, prometiendo que, si cumplen con Sus mandamientos, traerá bendiciones a la nación. El pueblo promete hacer y escuchar todo lo que Dos dice. Moshé escribe el Libro del Pacto, y lo lee al pueblo. Moshé asciende a la montaña durante 40 días para recibir las dos Tablas de la Ley.
Comentario a la Parashá
Vivimos en una era en que resulta muy difícil hallar
alguien verdaderamente ateo. Había una vez un joven judío proveniente de un shtetl (pueblo), que había tomado la decisión de ser un apikorus (ateo). Viajó a la ciudad de Odesa con la esperanza de encontrarse con Yosel el apikorus, ateo de gran renombre. Al arribar a la gran ciudad, pidió que lo conducieran a a la casa de Yosel el apikorus, y pronto se encontró a sí mismo parado frente a la puerta de aquel hombre famoso. A través de la puerta alcanzó a oír la tan familiar melodía del estudio de la guemará. Golpeó a la puerta, y de repente cesó la melodía. "Entre, nomás!" , oyó que llamaban. Con gran cautela abrió la puerta, y allí, sentado frente a él, halló a un anciano judío de larga barba blanca y peiot. "Disculpe que lo moleste, pero busco a Yosel el apikorus". El anciano judío hizo una pausa, lo miró, y le dijo: "Pues lo ha encontrado. Yo soy Yosel el apikorus". "Pero... ¿y la barba, los peiot, la Guemará?". Yosel le respondió: "Yo soy Yosel el apikorus, no Yosel el ignorante".
Hoy en día es muy difícil encontrar un auténtico ateo con credenciales de identificación. Son una especie en extinción, puesto que la mayoría de la gente en realidad no sabe qué es aquello en lo que no cree. Nuestras dudas no se basan en el conocimiento; somos como extranjeros en una tierra extraña, iletrados en nuestro propio legado. Mohamed nos llamó "el pueblo del Libro". El problema es que la mayoría de nosotros ya no sabe leer el Libro, y mucho menos entenderlo. Somos como ovejas que se alejaron tanto de su casa, que hasta se olvidaron de que la casa sigue existiendo.
"Si encuentras al buey de tu enemigo o a su asno que se ha extraviado, se los devolverás". Si la Torá demuestra tanto interés por el bienestar de la propiedad de una persona, ordenándonos que hagamos todo lo posible por devolverle su propiedad, aunque tengamos que hacerlo cien veces, ciertamente que mucho más debemos interesarnos por devolver a una persona a sí misma, tratando de alcanzar a nuestros hermanos y hermanas que han perdido su identidad de judíos, mostrándoles la belleza y la profundidad de la Torá.
En nuestros días, en que tantos judíos van como ovejas perdidas en un desierto espiritual, en que no tenemos idea de cómo regresar a nuestra casa, y hasta ya nos olvidamos de que alguna vez hubo una casa, es una mitzvá extraordinaria ser el pastor que guíe a los perdidos por el sendero que ha de conducirlos de regreso a la luz de la conciencia judía.
El ser humano es una criatura de enorme sensibilidad, que se ofende y averguenza con gran facilidad. Inconscientemente, se puede causar a sí mismo heridas emocionales muy profundas. Pero también, por la ironía de la vida, precisamente aquello que él piensa que es la cura para sus males, puede ser el veneno emocional que le está haciendo daño...
En la parashá de esta semana aparece una halajá que, a primera vista, resulta muy sorprendente: la persona que roba un buey debe pagar con cinco bueyes, pero el que roba una oveja sólo debe pagar con cuatro ovejas. Nuestros Sabios nos enseñan que la Torá se interesa hasta por la dignidad del ladrón: la persona que roba una oveja debe cargarla sobre sus espaldas, lo cual dista de ser algo digno, y por eso, si lo detienen, debe pagar solamente cuatro ovejas, mientras que quien roba un buey simplemente lleva al animal de una soga, lo cual no es avergonzante, y por eso su penalidad es mayor. Por lo tanto, se deduce que su humillación no es algo abstracto, sino que es algo tan importante que se lo puede contar en términos de dinero. Es un poco raro, porque si de veras el ladrón siente tanta verguenza, ¿por qué habría de robar? Por otra parte, si nos acercáramos al ladrón en la escena del crimen, y le comentáramos nuestra opinión de que debe estar sintiendo un gran bochorno, seguramente respondería: "Pero ¿qué dice? Me estoy por escapar con esta oveja, que vale un montón de dinero!".
Aun así, la Torá, que percibe hasta los niveles más profundos de la psiquis del individuo, nos dice que el ladrón en realidad está sufriendo una humillación tremenda, equivalente al pago de dinero. Si no fuera así, ¿por qué la reducción del castigo?
La verdad es que, al momento del robo, el ladrón sí siente una humillación tremenda. Siente su inferioridad. Experimenta un trauma emocional enorme, y aun así no tiene idea de por qué se siente así. Por eso sigue robando y se causa más y más angustia emocional, pensando que con otro "trabajito" saldrá de este pozo emocional. Y así el círculo vicioso se repite una y otra vez, hundiéndolo cada vez más. Unicamente quien cumple con la Torá puede ser realmente feliz en este mundo, pues sabe que el Creador conoce la verdadera naturaleza de Sus creaciones, y sólo El sabe qué lo hace feliz, y qué lo pone triste. Unicamente Hashem sabe de qué actos debe alejarse el individuo, y qué actos debe llevar a cabo a fin de vivir una vida feliz, plena y llena de logros.
¿Cómo puedo saber si Hashem está contento conmigo? ¿Cómo sé si lo que hago en mi servicio del Creador es tal como El quiere que sea? A partir de este versículo podemos discernir un poderoso indicador del modo en que Hashem percibe nuestro servicio. Para comprobar si la "aparición de la gloria de Hashem" está presente en nuestro servicio del Creador, debemos saber que el deseo de servir a Hashem "como un fuego que consume", con un poderoso entusiasmo y un profundo amor hacia El, es señal de que Hashem acepta nuestro servicio, pues dichos sentimientos fueron implantados en nuestros corazones desde el cielo y por lo tanto, son señal inequívoca de que nuestro servicio es aceptado de un modo favorable.
Haftará
Ieshaiahu 6:1, 7:6, 9:56
Las leyes de la naturaleza son universalmente aceptadas como hechos incontrovertibles, pero cómo la naturaleza funciona es una causa de investigación y especulación. La ciencia trabaja constantemente para ofrecer más y más explicaciones sofisticadas de los fenómenos, y revelar los secretos de la naturaleza, pero nadie estaría en contradicción con las realidades de la naturaleza basadas en la falta de entendimiento preciso de la ciencia sobre estas realidades. Como la naturaleza, La Torá es una realidad inalterable e incontrovertible. Nosotros debemos trabajar constantemente para entender sus misterios. La Torá es "Mi pacto día y noche" que necesita ser como "las leyes del cielo y la tierra", hechos que no están aclarados en el intelecto del hombre, pero son considerados como conceptos fundamentales eternos, que el intelecto sólo necesita buscar para alcanzar y entender.
Comentarios sobre las Canciones que cantamos en la mesa de Shabat a través de las generaciones.
Hamavdil bein Kodesh LeJol
"El que hace una distinción entre
lo sagrado y lo secular..."
Cuando algo que pasa no es lo que teníamos en mente, muchas veces nos vemos tentados a pensar que se trata de algo malo, cuando en realidad es para nuestro beneficio, y, como tal, merece ser cantado.
"La noche" es una alusión a esas situaciones que dan la impresión de ser terribles. Con la salida de Shabat, en el que disfrutamos un poco del sabor del Mundo Venidero, retornamos las dificultades del mundo en el que vivimos. Es por eso que tomamos coraje para enfrentar los desafíos de la semana que comienza, recordando que inclusive los momentos que nos parecen negros como la noche, con el tiempo comprobaremos que son motivo de canción, pues fueron diseñados por el Misericordioso, "Quien ofrece zemirot en la noche".
Después de cantar zemirot durante las tres comidas de Shabat hacemos la transición a los días de semana cantando "zemirot en la noche" para separar entre lo sagrado y lo mundano.
Escrito y Recopilado por: Rabino Yaakov Asher Sinclair
Editor y Responsable: Rabino Moshe Newman
Diseño de Producción: Lev Seltzer
Diseño de HTML: Michael Treblow
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