Devarim
4 de Av 5760; 5 de Agosto 2000
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Resumen de la
Parashá
Esta parashá inicia el último de los Cinco Libros de la Torá: Sefer
Devarim. Este Libro se llama también “Mishné Torá”, literalmente
"la repetición de la Torá" (y de allí el nombre griego-castellano de
Deuteronomio). Sefer Devarim relata lo que Moshé les dijo a los israelitas
durante las últimas cinco semanas de su vida, cuando se aprestaban a cruzar el
Jordán para ingresar a Eretz Israel. Moshé repasa las mitzvot,
enfatizando el cambio de estilo de vida que están por sufrir: pasarán de la
existencia milagrosa y sobrenatural del desierto, bajo su mando, al modo de
vida aparentemente natural que experimentarán al mando de Yehoshúa en Eretz
Israel. El tema central de esta semana es el pecado de los espías, los meraglim.
La parashá se inicia con Moshé que hace alusión a
los pecados de la generación previa, que murió en los cuarenta años que
estuvieron en el desierto. Moshé les ofrece a los israelitas una descripción de
lo que hubiera ocurrido si no hubieran pecado al enviar los espías a Eretz
Israel. Les dice que Hashem les habría dado toda la tierra desde el Mediterráneo
hasta el Eufrates, incluyendo los territorios de Amón, Moab y Edom, sin
necesidad de luchar.
Luego detalla los pecados sutiles que culminaron
con el pecado de los espías, y revisa a fondo el pecado de los espías, y las
consecuencias de dicho pecado: toda la generación debía morir en el desierto, y
Moshé no podría ingresar a Eretz Israel, sino que entonces estarían al
mando de Yehoshúa bin Nun. Les recuerda que su reacción inmediata al decreto de
Hashem fue querer "levantarse y luchar", para reparar el pecado . Les
relata cómo no quisieron escuchar cuando les dijo que no fueran, pues ya no
tenían méritos para vencer a sus enemigos en forma milagrosa. Pero ellos lo
ignoraron, y sufrieron una derrota masiva.
No se les permitió luchar con los reinos de Esav,
Moab ni Amón, pues esas tierras no formarían parte del mapa de Eretz Israel
por el momento. Cuando la conquista de Canaán comience con Sijón y Og, deberá
adoptar la forma natural de la guerra.
Comentario
a la Parashá
“Estas son las palabras...” (1:1)
En hebreo, la palabra “palabra” y la palabra
“cosa” provienen de la misma raíz: davar. Al crear el mundo,
D-os empleó el habla para llamar a cada cosa a la
existencia. “Y D-os dijo: ‘Que haya luz’ Y hubo luz”.
No es solamente que D-os llamó a las cosas a la
existencia y a partir de entonces poseen una existencia independiente, sino que
todo lo que existe en este mundo no es más que D-os “hablando”. Las cosas no
son más que las palabras de D-os. Las “cosas” son las “palabras” debido a que
un objeto sólo puede existir en este mundo mientras D-os continúe “hablándolo”.
D-os te está “hablando”. Me está “hablando”. En este mismo instante.
No hay nada que posea realidad fuera del Creador.
Cuando la Torá dice: “No hay nada fuera de El” no significa que no hay otros
dioses fuera de El. Significa que no hay nada en absoluto fuera
de El.
La idolatría no significa necesariamente
inclinarse ante muñecos gigantes. Porque inclusive si la persona admite que
D-os creó un objeto pero al mismo tiempo afirma que ahora éste posee una
existencia independiente, eso también es idolatría.
¿Cómo se inició la idolatría? Las primeras
generaciones no tenían dudas de que D-os creó el mundo y todo lo que hay en él.
Pero en la generación de Enosh, la tercera generación desde la Creación, la
gente cometió un error simple pero fundamental: si bien entendían que el sol,
la luna y las estrellas no eran más que los vasallos de D-os, pensaron que, en
tanto que Sus “representantes”, a los cuerpos celestes también se les debía
respeto. Por supuesto que no por ellos mismos, sino por ser los siervos del
Rey. Ellos pensaron que la Voluntad de D-os era que Sus representantes debían
ser honrados. Y al hacerlo, sentían que estaban honrando al propio Rey.
Esa fue la raíz de la idolatría, y su esencia:
ver el sol, la luna o las estrellas como agentes independientes, como algo
separado de D-os. Porque nada en este mundo es más que el hacha en la mano del
Hachero. Una simple herramienta. Absolutamente impotente sin la Mano que la
sostiene.
Todo lo que existe es solamente las palabras que
D-os está hablando. Eso es lo que son las cosas.
Maharal, Drash Le
Shabat ha Gadol; Rambam Hiljot Avodat Kojavim 1
???
Preguntas al Rabino ???
Michael de Pittsburg escribe:
Estimado Rabino:
¿Acaso el “Jerem de Rabenu Guershom”
(‘excomunicación social,’n.e.) que prohibe la lectura del correo dirigido a
otra persona se aplica también al correo electrónico? En el trabajo todos
compartimos una misma cuenta de e-mail, y a veces encuentro muy difícil
sobreponerme a mi curiosidad.
Estimado
Michael:
Rabenu Guershom (960 – 1040 E.C.), “La Luz del
Exilio,” fue uno de los primeros y más grandiosos sabios de la judería
ashkenazí, y dirigió el más prestigioso centro de estudio talmúdico de su
época. En sus días hubo la necesidad de instituir una serie de nuevas medidas,
llamadas ”takanot.” Estas incluyeron la prohibición de poligamia y el
requerimiento de mutuo acuerdo para efectuar un divorcio.
Entre sus más destacados decretos está el que
mencionaste: la prohibición de leer la correspondencia ajena. En esos tiempos
los mercaderes judíos de distintos países se comunicaban por escrito. Muchas
veces esas cartas contenían información crucial de negocios, que podría ser muy
dañina si llegara a ser leída por otras personas. Para proveer una seguridad en
contra de esto, Rabenu Guershom legisló en contra de la lectura de la
correspondencia ajena.
¿Y qué al respecto de la correspondencia
electrónica? ¿Acaso el leer un e-mail en la pantalla de una computadora está
incluído en el “Jerem de Rabenu Guershom”? Le pregunté esto al Rab Jaim Pinjas
Scheinberg, shlita, y no hizo inguna distinción entre el correo
electrónico y la correspondencia normal.
Sin embargo escribiste que tu “compartes” una
cuenta en común con otros. Aquí podríamos preguntar “¿Acaso un e-mail en una
cuenta compartida es como una tarjeta postal?” Al respecto de tarjetas postales
existe la duda de que el decreto de Rabenu Guershom se aplique, ya que al que
las envía parece no importarle que otros las lean.
Pero por otro lado, quizás el que envía e-mails
confía en que nadie oprima el botón de “open message” para abrir la carta, así
como cuando uno envía una carta por correo no espera que nadie más que el
destinatario abra el sobre para leerla.
Pregunté al Rab Scheinberg sobre esto también, e
igualmente el Rab no hizo ninguna distinción entre una cuenta en común y una
cuenta privada. Las personas esperan y confían que nadie abra sus cartas, y no
se debe hacer.
Espero que este conocimiento te ayude a superar
tu curiosidad. Si no, permíteme recordarte el mandamiento positivo de “veahavta
lerre’aja kamoja,” “ama a tu prójimo como a tí mismo.” Nuestros sabios
explican esto de la siguiente manera: uno no le debe hacer a los demás lo que
no quiere que le hagan a uno mismo. ¿Te gustaría que alguien leyera tus propios
e-mails?
Fuentes:
- Shulján
Aruj, Yoré De’á 334:22.
- Aruj
HaShulján 334:20.
- “Herald
of Destiny”, de Berel Wein, Shaar Press.
- Levítico
19:18, Shabat 31a, Maharsha.
Fuen enviada por Rafi Estryk <RaffiAs@shaam.gov.il>:
Podríamos agregar que este es el único caso en
que se lee la tora JUSTO cinco días , ni mas ni menos.”
???¿ALGUNA
PREGUNTA?
Si tiene alguna inquietud sobre leyes o costumbres de su judaísmo, o quiere
aclarar aulguna duda, puede enviarnos su pregunta a spanish@ohr.edu y procuraremos
contestarle lo más pronto posible. Nos reservamos el derecho de publicar las
preguntas y respuestas. No todas las respuestas dadas serán publicadas en
"Judaísmo", pero todas serán respondidas, B´H.
Yeshayahu 1:1-27
Esta es la última haftará de las “Tres de
Aflicción”, y se lee siempre el Shabat antes de Tishá be Av.
El Nueve de Av no fue siempre un día de tragedia.
Durante los días del Segundo Templo, se convirtió en un día de gran alegría en
el que se celebraba la reconstrucción del Beit ha Mikdash. Cuando el Segundo
Templo fue destruido, Tishá be Av recobró su antigua tristeza.
Cada generación en la que no se reconstruye el
Templo Sagrado, es como si ella misma lo hubiese destruido. El Profeta
Yeshayahu se lamenta, no por la destrucción del Templo, sino por todos los
males que acarreó dicha destrucción. Porque no basta con que lloremos por lo
que alguna vez fue. Debemos ser conscientes de que tenemos el poder de traer la
Redención y la reconstrucción del Beit HaMikdash. Y debemos aprovechar este
momento de duelo nacional para analizar nuestros errores y corregirlos.
Hay años en los que Tishá BeAv cae en Shabat y se
lo “corre” al domingo. Pero si quisiéramos, podríamos “correr” el Tishá BeAv
indefinidamente. Podríamos ponernos a bailar en las calles este mismo año, y el
nueve de Av podría volver a ser un día de celebración.
De nosotros depende.
Una vez, Rabí Yojanán ben Taursa le vendió un
buey a un gentil. Cuando llegó el Shabat, el no judío trató de sacar al buey a
que arara su campo, pero por más que lo intentó, el buey se negó a trabajar.
El golpeó al animal con fiereza, sin lograr nada.
Se quejó de esto ante Rabí Yojanán, quién vino y le susurró en el oído al
animal: “Debes saber que ya no te encuentras bajo mi jurisdicción. Ahora estás
bajo el dominio de un gentil. Y debes trabajar como y cuando él lo desee”.
De inmediato, el buey se levantó y comenzó a
trabajar. El gentil, al ver lo que había ocurrido, se convirtió al judaísmo. Y
así fue como Rabí Yojanán se apodó “ben Taursa” (hijo de un buey, o “Taurus”,
toro).
Del mismo modo, nuestros Sabios relatan la
historia de un buey que Eliahu HaNaví les dio a los falsos profetas del ba’al.
El buey se negó a ser sacrificado en nombre del ídolo ba’al, hasta que Eliahu
le dijo que al dejarse sacrificar para ser ofrendado en el altar del ba’al,
también estaría santificando el Nombre Divino. Recién entonces el buey cedió y
se dejó sacrificar.
Nuestros Sabios cuentan otra historia más, acerca
de Rabí Pinjás ben Yair, que tenía un burro que se negaba a comer alimentos de
los que no se había separado el maaser.
Todo esto está apuntado en el versículo: “El buey conoce a su amo”. Existe un buey que conoce a su amo, el buey de Eliahu HaNaví, que aceptó ser sacrificado para la idolatría, o el buey de Rabí Yojanán ben Taursa, que se negaba a trabajar en Shabat. “Y el burro, el abrevadero de su amo”: el burro de Rabí Pinjás ben Yair, que se negaba a comer alimentos que no fueron diezmados. Sin embargo, ustedes, Mi pueblo, dice Hashem, ustedes descendieron todavía más bajo que el buey y que el burro, pues “Israel no conoce, Mi pueblo no percibe”.
Tzoare
Shalal en Mayaná shel Torá.
Selecciones de
fuentes clásicas en las que se expresa La ciudad
original de Cesárea fue fundada por Herodes unos cien años antes de la
destrucción del Segundo Beit HaMikdash, y la llamó así en nombre de su amigo
el César romano Augustus. Debido al
gran trabajo que invirtió Herodes en la construcción de esta ciudad, y a lo
grandiosa que resultó, Cesárea se convirtió en la capital del gobierno romano
y bizantino en Israel. Mientras que para los judíos Jerusalem seguía siendo
la capital santa, Cesárea se adjudicó el título de capital de la impureza y
la idolatría. Sobre esos días
cuenta el Talmud, Tratado Meguilá 6, que Cesárea y Jerusalem estaban una en
contraposición a la otra: “Si un hombre te dice que se destruyeron ambas
ciudades, no le creas; si te dice que ambas están asentadas, no le creas; si
te dice que se destruyó Cesárea y Jerusalem está asentada, o que Jerusalem
fue destruída y Cesárea está en pie, créele.” Ertez Avotenu |
Escrito y Recopilado por: Rabino Yaakov Asher Sinclair
Editor y Responsable: Rabino Moshe Newman
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